El auge de la civilización griega
En la ciudad de Atenas, el político ateniense Efialtes promovió reformas que fortalecieron la democracia ateniense, transfiriendo muchas de las funciones del Areópago a instituciones más representativas, como la Ekklesia (Asamblea) y los Tribunales Populares. Estas acciones marcaron un momento crucial en el desarrollo del sistema democrático en Atenas. Su carrera política terminó abruptamente en 461 a.C., cuando fue asesinado, posiblemente por sus opositores aristocráticos que se resistían a sus reformas. Tras su muerte, su aliado Pericles continuó y consolidó el camino hacia una democracia más completa. En el corazón de la Atenas del siglo V a.C., la política era un intrincado teatro donde familias influyentes, como los Alcmeónidas de Pericles, tejían alianzas y rivalidades para moldear el destino de la ciudad. La lucha no solo era entre nombres, sino entre ideales: los demócratas, liderados por Pericles, buscaban expandir los derechos de los ciudadanos comunes y ayudar a pobres, aunque no a todos, solos los nacidos de padres atenienses tenían un derecho a la ciudadanía, mientras los oligarcas anhelaban el poder de los aristócratas de antaño. En las plazas, las ideas fluían como el vino, y en las asambleas se decidía el curso de guerras y tratados. Atenas, a través de la visión diplomática de Pericles, no solo dominaba militarmente, sino que también mantenía un delicado equilibrio entre aliados sometidos y enemigos vigilantes. Pero este juego de partidos y familias, mientras consolidaba el esplendor de la democracia ateniense, sembraba también las semillas de las tensiones internas que marcarían el declive de su grandeza.

Destacaron durante este tiempo obras como el Partenón, un templo dedicado a Atenea, diseñado por Ictino y Calícrates y decorado por Fidias, que se convirtió en el símbolo máximo del clasicismo griego; los Propileos, una imponente entrada a la Acrópolis creada por Mnesicles; el Erecteion, con su asimétrica Tribuna de las Cariátides; y el Templo de Atenea Niké, un delicado homenaje a la victoria militar. Mientras tanto, en Olimpia, Fidias inmortalizó a Zeus con una colosal estatua de 12 metros, tallada en marfil y oro, que mostraba al dios sentado en un trono majestuoso, símbolo de poder y reverencia, considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo hasta su desaparición siglos después.
El gran pensador Sócrates

En las bulliciosas calles de Atenas, un hombre de figura robusta y aspecto sencillo se convirtió en el centro de la conversación. “Sócrates”, hijo de un humilde escultor y una comadrona, no tenía riquezas ni títulos, pero su mente era un tesoro que desafió a toda una ciudad. Paseaba por las plazas, acercándose a políticos, poetas y ciudadanos comunes, no con respuestas, sino con preguntas que ponían en duda las certezas de todos. “¿Qué es la justicia?”, preguntaba, o “¿qué es el bien?”. Con su método, la “mayéutica”, guiaba a sus interlocutores a descubrir sus contradicciones, ayudándoles a “dar a luz” ideas propias, como si fuese un partero del pensamiento. Esta búsqueda, decía Sócrates, era la verdadera misión de la vida: conocerse a uno mismo y vivir conforme a la virtud.
Pero no todos admiraban a este filósofo inquieto. Sus preguntas, que desnudaban las pretensiones de sabiduría de los poderosos, le granjearon enemigos. Lo acusaron de corromper a la juventud y de no respetar a los dioses de Atenas. Bueno, seguramente conocen su historia, en el año 399 a.C., fue llevado a juicio, donde, con su habitual calma, defendió su vida dedicada a la verdad y el cuestionamiento. A pesar de su elocuencia, el tribunal lo condenó a beber cicuta. Rodeado de sus discípulos, como “Platón”, Sócrates enfrentó la muerte con la misma serenidad con la que vivió, afirmando que el alma es inmortal y que no temía al destino que le esperaba. Tras su muerte, el impacto de Sócrates no desapareció. Sus ideas, recogidas por Platón y transmitidas por generaciones, se convirtieron en la base de la filosofía occidental. Sócrates dejó un legado que trascendió su tiempo: el valor de cuestionar, de buscar la verdad por encima de todo y de vivir una vida guiada por la virtud, una historia que aún resuena como un eco en las mentes de quienes buscan el conocimiento.
Otros pensadores destacaron en diversos campos, desafiando las ideas tradicionales de su tiempo. Anaxágoras, conocido como el “primer filósofo de Atenas”, introdujo la idea de un Nous (Mente Universal), una fuerza divina que organizaba el cosmos. Fue pionero en explicar fenómenos naturales de forma racional, como los eclipses, rechazando interpretaciones mitológicas. Su pensamiento lo llevó al exilio, acusado de impiedad, pero dejó una huella indeleble en discípulos como Pericles y en la ciencia presocrática. Por su parte, Gorgias, uno de los primeros sofistas, revolucionó la retórica con su habilidad para construir argumentos brillantes e incluso paradójicos, defendiendo que el lenguaje podía persuadir más allá de la verdad objetiva. Su obra más famosa, Sobre la no existencia, planteaba radicales ideas sobre la percepción y el conocimiento, desafiando las certezas filosóficas de su tiempo.
Empédocles, un místico y filósofo de Sicilia, combinó ciencia, poesía y religión. Propuso una teoría cosmológica basada en cuatro elementos primarios: tierra, agua, aire y fuego, los cuales se mezclaban y separaban por la acción de dos fuerzas eternas, el Amor y el Odio. También se le atribuye haber realizado observaciones científicas sobre la anatomía y la respiración. A diferencia de los demás, su obra está impregnada de un aura mística, ya que se presentaba como un ser divino y proclamaba su creencia en la reencarnación. A través de sus poemas filosóficos, como Sobre la naturaleza y Las purificaciones, buscó explicar tanto el universo como el lugar del ser humano en él. Estos pensadores, con sus ideas innovadoras, enriquecieron el panorama intelectual de la Grecia clásica, dejando un legado que inspiró tanto a sus contemporáneos como a generaciones posteriores.
Euclides, por otro lado, organizó y sistematizó el conocimiento geométrico en su obra Los Elementos, que fue utilizado como texto fundamental de enseñanza durante más de dos mil años. Su enfoque axiomático y deductivo sentó las bases de la geometría moderna. Arquímedes, además de sus descubrimientos en la física y la ingeniería, realizó contribuciones significativas en la matemática, como el cálculo de áreas y volúmenes de figuras complejas, y el desarrollo de una aproximación al valor de π.
En la tragedia, Esquilo, conocido como el padre de la tragedia griega, escribió “Orestíada”, una trilogía que aborda temas de justicia, venganza y la intervención divina, considerada una de las obras más importantes del teatro clásico. Sófocles, otro gigante de la tragedia, es famoso por “Edipo Rey”, una obra maestra que explora el destino, el conocimiento y la culpa, así como “Antígona”, donde se enfrentan los deberes familiares y las leyes del Estado. En cuanto a la comedia, Aristófanes, el gran comediógrafo ateniense, dejó una marca indeleble con obras como “Las nubes” y “Lisístrata”, que criticaban la política de su tiempo con aguda sátira y humor. Además, en la filosofía, Platón, ya mencionado como discípulo de Sócrates, escribió diálogos como “La República”, donde aborda la justicia, la política y la educación, mientras que Aristóteles, su discípulo, sistematizó la lógica y la ética en obras fundamentales como “Ética a Nicómaco” y “Política”.
En la poesía, Homero dejó dos de las obras más grandiosas de la literatura occidental: “La Ilíada”, que narra los eventos de la Guerra de Troya y los héroes que lucharon en ella, y “La Odisea”, una epopeya sobre el regreso de Ulises a su hogar, que explora el coraje, la lealtad y la astucia. En la filosofía natural, Heráclito dejó su marca con sus aforismos sobre el cambio y el flujo constante en su obra “Sobre la naturaleza”, mientras que Parménides argumentó que el cambio era una ilusión en su poema filosófico también titulado “Sobre la naturaleza”. Finalmente, en el ámbito de la historia, con tantos personajes no podía dejar a fuera a mi favorito Heródoto, conocido como el “padre de la historia”, viajaba sin descanso por el mundo conocido, desde Egipto hasta Persia, recopilando relatos y testimonios que tejían una vasta narrativa sobre las culturas, guerras y costumbres del siglo V a.C.

Con su obra “Historias”, Heródoto no solo documentaba los eventos de las grandes batallas, como las Guerras Médicas, sino que también se sumergía en las tradiciones de los pueblos, intentando comprender la naturaleza humana a través de sus mitos, sus conflictos y sus victorias. Su enfoque, aunque no siempre riguroso en cuanto a la veracidad de los hechos, abrió el camino para el estudio histórico al integrar elementos culturales y sociales en su relato. Mientras Heródoto tejía relatos de civilizaciones, en la misma Atenas, el escultor “Fidias” esculpía las formas que eternizarían a los dioses en mármol y oro. Fidias, el más grande escultor de la Grecia clásica, fue el responsable de las imponentes estatuas de los templos atenienses, siendo su creación más célebre la colosal figura de “Atenea Partenos” en el Partenón, una escultura de 12 metros de altura que representaba a la diosa como la protectora de la ciudad. Además, Fidias trabajó en la creación de la estatua ya mencionada, la de “Zeus Olímpico”. También está Tucídides que se destaca por “Historia de la Guerra del Peloponeso”, respectivamente, en las que abordaron eventos históricos de la época con un enfoque analítico y reflexivo. Estos autores y sus obras no solo definieron el pensamiento griego, sino que influyeron profundamente en la cultura y el intelecto de generaciones posteriores en el mundo occidental y fueron los inicios de casi todas las ramas de las ciencias hoy en día.

Los avances en matemáticas y contabilidad fueron notables y sentaron las bases para la ciencia, como dije, y las filosofías posteriores. Filósofos y matemáticos como Pitágoras, Euclides y Arquímedes jugaron roles cruciales en el desarrollo de las matemáticas. Pitágoras es famoso por su teorema sobre los triángulos rectángulos, pero también introdujo la idea de que los números y las proporciones gobiernan el universo, lo que lo llevó a explorar las relaciones numéricas en música y geometría. Los pitagóricos creían que los números no solo eran herramientas para contar, sino que poseían propiedades metafísicas y espirituales. Por ejemplo, el número 1 representaba la unidad y el origen de todas las cosas; el 2 simbolizaba la dualidad (luz/oscuridad, bien/mal); el 3 se asociaba con la armonía y la perfección, mientras que el 4 se consideraba un número relacionado con la estabilidad y el orden cósmico. De hecho, pensaban que las proporciones matemáticas, como las que se encuentran en la música, reflejaban el orden divino del universo.
En cuanto a la contabilidad, aunque los griegos no tenían un sistema contable tan desarrollado como el de los romanos, sí hicieron avances importantes en el registro y manejo de las transacciones comerciales. La contabilidad se realizaba principalmente a través de sistemas de tablas y registros en piedra o cerámica para llevar cuenta de deudas, intercambios y tributos. Usaban símbolos y numeración alfabética para registrar las transacciones, y también se realizaban anotaciones en forma de listas que ayudaban a organizar los recursos del Estado y la ciudad-estado. Los avances en matemáticas y contabilidad eran herramientas cruciales tanto para la vida cotidiana como para el funcionamiento de las polis griegas, facilitando el comercio, la administración pública y la planificación económica.
Hipócrates fue quien revolucionó la medicina de su época al rechazar las explicaciones místicas y sobrenaturales de las enfermedades, y proponer un enfoque basado en la observación y el razonamiento natural. Su obra más conocida es elCorpus Hipocrático, una colección de escritos que incluyen tratados sobre diversas áreas de la medicina, como la higiene, la cirugía y la ética médica. Su famosa frase “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento” refleja su énfasis en la importancia de la dieta y el estilo de vida en la prevención de enfermedades.
Otro personaje importante fue Galeno, aunque nació el 130 d.C. (posteriormente a Hipócrates), su influencia fue fundamental en la medicina griega y romana. Galeno amplió y sistematizó el conocimiento médico, y sus estudios sobre la anatomía y la fisiología fueron esenciales para la medicina durante siglos. A diferencia de Hipócrates, que se centró más en la práctica clínica, Galeno realizó numerosos experimentos y disecciones de animales para entender el cuerpo humano, y sus escritos dominaron la medicina hasta el Renacimiento.
La no Declarada Primera Guerra del Peloponeso (460-445 a. C.)

Aunque para muchos todos estos personajes sean los grandes protagonistas, los grandes hechos eran protagonizados por otros; las tensiones entre Atenas y Esparta alcanzaron un punto de no retorno. Atenas, con su poderosa flota y la visión de Pericles, se veía a sí misma como la defensora de la libertad y el progreso, mientras que Esparta, con su ejército imparable y su enfoque militarista, representaba la tradición y el orden.
Entre estos años, también tuvo lugar la guerra con Egipto. Atenas intervino en Egipto por el 454 a. C. en un intento de apoyar una revuelta contra el imperio persa, pero la campaña terminó en desastre para los atenienses. A pesar de estas derrotas, Atenas continuó consolidando su poder y protagonizó varias victorias militares.
Nota: el traslado del tesoro de la Liga de Delos a Atenas ocurrió durante el liderazgo de Pericles, en torno al 454 a.C.
En 445 a.C., después de años de lucha, Atenas y Esparta finalmente firmaron la Paz de los Treinta Años (aunque la realidad es que duró menos de quince años), que puso fin temporalmente a la Primera Guerra del Peloponeso, pero las tensiones subyacentes no se resolvieron completamente, y la paz resultó ser inestable, aunque si duró. A lo largo de estos años, Atenas floreció cultural y económicamente, marcando el inicio de la edad de oro de Pericles, del cual ya hemos hablado. Además, esto le convino a Esparta porque también tenía una locha por los santuarios de Delfos en las guerras sagradas.