El máximo auge del Antiguo Egipto
Imperio Nuevo (1580-1070 a. C.)
La Dinastía XVIII duró más de 250 años. Amos I, el primer emperador, es uno de los más recordados de este periodo. Restauró todo uniendo nuevamente las dos regiones y estableció una serie de reformas que ayudaron a sobrepasar las invasiones asiáticas y evitar nuevamente una situación como la de los hicsos. Estas reformas sirvieron mucho para fortalecer su gobierno, adicionalmente expandió el territorio egipcio mediante campañas en Nubia, con el fin de controlar las minas de oro, y en el Levante, para asegurar rutas comerciales. De todas sus conquistas la más importante fue Avaros, la capital de los hicsos en el Delta del Nilo, que recuperó tras un largo sitio. También atacó y destruyó Sartén, una ciudad en el Levante que los hicsos habían fortificado; se cuenta que llegó hasta Siria y que algunas costumbres y dioses las trasladó de estos lugares a Egipto, (el dios Set pasó a ser una deidad del mal para los egipcios debido a que este fue adoptado por los hicsos). Sometió varias ciudades en Nubia para asegurar el control sobre las rutas comerciales y las minas de oro. Estas victorias fueron fundamentales para consolidar el dominio de Egipto y sentar las bases del Imperio Nuevo. También inició grandes proyectos de construcción, especialmente en Tebas y en el templo de Karma.
Curiosamente, es de estos años la deidad egipcia Amón-Ra que surgió de la sincronización de dos dioses: Amón, el dios tebano de la creación, y Ra, el dios solar. Esta fusión divina, especialmente prominente durante el Imperio Nuevo, elevó a Amón-Ra al estatus de dios supremo de Egipto. Representando tanto la fuerza vital cósmica como la energía solar, su culto se convirtió en el pilar central de la religión egipcia. La influencia de Amón-Ra trascendió la esfera religiosa, moldeando la política y la sociedad egipcia. El culto a Amón-Ra se convirtió en una de las instituciones más poderosas del antiguo Egipto. Los tebanos aprovecharon esto para favorecer la unificación del Antiguo Egipto.

A partir del fin del reinado de Amos I, Egipto comenzó una serie de expansiones territoriales que marcarían el auge del Imperio Nuevo. Con los siguientes faraones la expansión territorial y la consolidación del poder egipcio en el Cercano Oriente y África aumentó, establecieron las bases para el desarrollo de una civilización compleja y sofisticada. Las nuevas conquistas permitieron que el Antiguo Egipto tuviera su máxima expansión, fue esto posible con Tutsis que, aparte de ser considerado uno de los más grandes emperadores, marcó el comienzo de una serie de campañas militares que llevaron a Egipto a conquistar nuevas tierras y establecer su dominio en regiones lejanas como ningún otro faraón llegó a hacerlo, además fue algo que hizo en diez años. Tutsis I dirigió exitosas expediciones hacia el sur, en Nubia, y hacia el norte, en Siria y Palestina, en pocas palabras se había extendido en Mesopotamia.
Estas conquistas no solo ampliaron las fronteras egipcias, sino que también aseguraron el acceso a valiosos recursos y rutas comerciales, consolidando así el poder y la influencia de Egipto en la región. Sin todavía la existencia de la poderosa Roma, la decadencia casita en Babilonia en complejidad con los asirios, el lento acenso de los griegos, la compleja situación de China y el retraso de las civilizaciones amerindias en América permiten decir que aquel estado egipcio era la potencia del mundo en aquel entonces.
Durante este periodo, la cultura egipcia experimentó un gran avance, con muchos nubios asimilándola y siendo absorbidos por los egipcios. La ciudad de Locutor fue una de las que mejoraron, especialmente durante el reinado del segundo faraón de la dinastía, Tutsis I. Bajo este faraón se iniciaron los monumentos en el Valle de los Reyes, destacando la Tumba de Ramsés IX en lugar de pirámides.
Después de Tutsis I llegó Tutsis II, que apenas duró 4 años debido a que unos usurpadores intentaron apoderarse del poder matando a los hijos de Tutsis. La hija del faraón, Hatshepsut, fue casada con el faraón y al crecer o cumplir la mayoría de edad logró, de algún modo, convertirse en faraona tras la muerte de Tutsis II. Los más de 20 años de reinado de esta faraona fueron de tranquilidad y el estado siguió creciendo. Puede que haya reinado cerca de Tebas debido a la ubicación de su templo que se encuentra fuera de la capital de aquel entonces, Tebas, donde hay muchos obeliscos de esta faraona.
Tutsis III

A esta faraona (tras la muerte de su bebé) le sucedió su hijastro, el llamado “Napoleón egipcio”, es decir, Tutsis III, qué hizo mucho por borrar su madrastra de la historia, de hecho, el *reinado de esta faraona fue junto al de este faraón, solo que primeramente tenía muy poca edad y la faraona reinó con las riendas.
Lo que caracterizó a este faraón, conocido como el “Napoleón egipcio”, fueron sus habilidades militares y su legado arquitectónico en el Antiguo Egipto. Fue precisamente que con este emperador Egipto tuvo sus primeros conflictos importantes con otros grupos después de los hicsos.
El Templo de Hatshepsut en Decir el-Bakary, por ejemplo, fue unas de sus obras junto a su madrastra, la anterior faraona. El Templo de Karma, el Templo de Amón en Karma en Tebas; uno de los complejos religiosos más importantes de los egipcios de ese entonces. Destaca también el obelisco de Tutsis III; un monolito de granito de unos 30 metros de altura que todavía se mantiene en pie en su ubicación original, el templo funerario de Tutsis III en el oeste de Tebas; en Decir el-Bakary, junto a los de otros grandes faraones. También están las estelas conmemorativas y los monumentos en el Valle de los Reyes y la ampliación de templos y construcciones a nivel regional. Por otro lado, ordenó la construcción o restauración de templos y monumentos en otras ciudades de Egipto, incluidas Heliópolis, Elefantina y Ávidos. En estas ciudades, construyó o amplió templos dedicados a varias deidades, como Amón-Ra, Horus y Utah.

Además, se volvió por este periodo muy importante la Fiesta de Opte, era una de las celebraciones anual que coincidía con la inundación del Nilo, esta festividad honraba a patriada tebana (Amón, Muy y JONS) mediante una procesión ritual desde Karnak hasta Luxor. Este evento no solo tenía un significado religioso, sino que también reafirmaba el poder faraónico y fortalecía el vínculo entre los dioses, el gobernante y el pueblo egipcio.
Sus grandes conflictos fueron contra los curritas de Mitán, una de las grandes civilizaciones de Mesopotamia de aquel entonces, además tenían aliados como los mitayos en una coalición con diversos reinos en la región, incluyendo a los reyes de Kanes y de Gianni, lo que llevó a Tutsis III a librar varias batallas para asegurar la supremacía egipcia. La batalla más famosa contra los curritas tuvo lugar en Seguido, en la que Tutsis III logró una victoria decisiva sobre las fuerzas coaligadas. La victoria de Seguido no solo consolidó el dominio de Egipto en la región, sino que también permitió a Tutsis III establecer el control sobre varias ciudades-estado en el Levante, lo que aseguró la influencia egipcia sobre Siria y Palestina. A lo largo de su reinado, continuó con más campañas en la región, extendiendo la influencia de Egipto hacia Mesopotamia, aunque también tuvo que enfrentar otras potencias regionales como los hititas.
Sus conflictos con los curritas y otros pueblos del Cercano Oriente marcaron el cenit del poder militar egipcio, y sus éxitos son detallados en numerosos monumentos, como las inscripciones en el Templo de Karma, que celebran sus victorias y el establecimiento del Imperio Egipto en su apogeo. Además, cogió a los nobles de estas familias y los educó en Egipto, algo que se volvió común con los egipcios.

Entre las ciudades clave que conquistó se encuentran Seguido, Kanes, Damasco y muchas otras en el Levante, donde derrotó a coaliciones de reinos como los hititas, los mitayos y los curritas. El control egipcio sobre Canaán y la región de Siria fue clave. Además, Tutsis III estableció su influencia sobre varias ciudades de la costa mediterránea y el norte de Mesopotamia, asegurando rutas comerciales cruciales y un vasto dominio que se extendía desde el Nilo hasta los márgenes de la gran cuenca del Éufrates, lo que convirtió a Egipto en la principal potencia de Oriente Próximo en ese periodo.
De los faraones Amenhotep II y Tutsis IV destacan ciertos conflictos contra los hititas, pero que no llegaron a desarrollarse debida alianza y matrimonio con los reinos de Mesopotamia como Babilonia. Amenhotep III, padre de Akenatón, reinó casi cuarenta años; fueron relativamente de paz. Se cuenta que su esposa fue influyente y junto a este rey vivieron los tiempos más prósperos del Antiguo Egipto en toda su historia. Este faraón erigió colosales templos funerarios en la orilla occidental del Nilo, como el de Malata y el de Tebas, con sus famosas estatuas colosales conocidas como los Colosos de Menor. Por su parte, Amenhotep IV, más tarde conocido como Akenatón, emprendió una revolución religiosa monoteísta, abandonando la ciudad de Tebas y fundando una nueva capital, Amarga. Allí, construyó un gran templo dedicado al dios Atón, el disco solar, y otros edificios menores, creando un nuevo centro religioso y administrativo. Estos templos, aunque muchos fueron abandonados o destruidos tras la muerte de Akenatón, son testimonios de la ambición arquitectónica y religiosa de él y su padre; reflejan los cambios políticos y religiosos de su época.
Akenatón, también conocido como Akenatón faraón, fue un influyente rey egipcio de la dinastía XVIII. Su reinado estuvo marcado por importantes reformas religiosas y artísticas en el antiguo Egipto.

Akenatón, también conocido como Amenhotep IV, fue un faraón de la XVIII dinastía de Egipto que marcó una transformación radical en la historia del país. Nefertiti, su mejor esposa, fue una de las figuras más destacadas del Antiguo Egipto. Fue reina consorte y, en algunas representaciones, parece tener un papel casi igual al del faraón, participando activamente en la reforma religiosa que promovió el culto a Atón. Nefertiti es famosa por su belleza, plasmada en el icónico busto que la retrata, y por su influencia política, aunque su destino tras la muerte de Akenatón sigue siendo un misterio.
En sus reformas religiosas, como dije, se introdujo el culto monoteísta al dios Atón, representado como un disco solar, abandonando el panteón tradicional egipcio y promoviendo una nueva religión centrada en este dios único. Persiguió a todo sacerdote que aún siguiese a Amón-Ra, Sin u Osiris. Para apoyar esta reforma religiosa, Akenatón construyó una nueva capital, Amarga, dedicada exclusivamente a Atón, y cerró muchos de los templos tradicionales. Este cambio revolucionario afectó también la estructura política y administrativa de Egipto, al centralizar el poder en torno al faraón y al culto solar. Sin embargo, las reformas de Akenatón enfrentaron fuerte resistencia, especialmente de la clase sacerdotal y de los nobles, quienes perdían poder e influencia.
La centralización del poder y la redistribución de recursos generaron tensiones en el sistema egipcio. A pesar de sus ambiciosas reformas, el reinado de Akenatón fue problemático. El culto a Atón no logró ser ampliamente aceptado y, tras su muerte, fue rápidamente abandonado. La administración egipcia también se vio debilitada durante su gobierno, y el imperio experimentó dificultades económicas y políticas. Todo se dificultó más cuando inició una nueva ciudad que no tuvo importancia, toda la religión volvió a la normalidad tras su muerte, pero Egipto ya no era tan estable debido a lo que hizo Akenatón durante sus más de veinte años de reinado (1351-1334 a. C.).
Tutankamón, también conocido como rey faraón, fue un monarca egipcio de la dinastía XVIII.

Los siguientes dos faraones ahora son un misterio, solo importa la llegada de Tutankamón, hijo probablemente de uno de los anteriores, en el año 1332 a. C. De Tutankamón se cuentan muchas cosas, pero realmente su reinado fue de apenas diez años tras morir de una epidemia que en aquellos tiempos azotó a Egipto. Sin embargo, lo relevante de Tutankamón es su tumba que apenas vino a ser encontrada muy reciente (en 1922) con todas sus riquezas. De ahí su popularidad.

El siguiente faraón tampoco duró mucho y este era un chata, Ay. Los chata eran parte de la administración local, pero con mucha influencia sobre el gobierno central. Su lugar en la jerarquía era alto, a menudo sirviendo como representantes del faraón en sus respectivas regiones. Aunque no eran faraones, su poder y responsabilidad los ponía en una posición muy importante dentro del sistema político y administrativo egipcio. El último faraón fue Horche, que inició una serie de reformas, especialmente en el ejército que tomaron continuación en la siguiente dinastía (XIX) inició con Ramsés I que apenas duró un año. Semi I fue el siguiente faraón y básicamente duró dos años, hizo poco; ya imagináis, construyó la famosa Sala Hipóstila del Templo de Karma.

Remenses II

Remenses II, conocido también como Ramsés el Grande, fue el siguiente y duró desde 1279 a. C. hasta el año 1213 a. C. En el ámbito económico, su largo reinado estuvo marcado por la consolidación del poder egipcio y la prosperidad. Fomentó el comercio con otros países, especialmente con Nubia y el Levante, y estableció acuerdos diplomáticos que favorecieron la economía del país que había disminuidos considerablemente. Además, promovió el trabajo en minas de oro, cobre y otros recursos naturales, lo que ayudó a financiar sus ambiciosos proyectos de construcción y expansión militar. A través de una administración eficiente, Ramsés II fortaleció la estructura económica interna y aseguró un flujo constante de recursos para Egipto.
En arquitectura, Ramsés II dejó una huella imborrable en Egipto. Fue responsable de algunas de las construcciones más impresionantes de la antigüedad egipcia, como el templo de Abu Simbel, que construyó en honor a los dioses y a su propia figura. Este templo, tallado en la roca en las orillas del río Nilo, es famoso por sus enormes estatuas de Ramsés II. También restauró y amplió varios templos y monumentos en Karnak y Luxor, consolidando su imagen como un faraón divino y eterno. Además, promovió la construcción de nuevas ciudades, como Pi-Ramsés, que se convirtió en la nueva capital de Egipto y un centro de poder político y religioso. Sus construcciones en Nubia fueron salvadas por una campaña internacional de la UNESCO hace apenas media docena de décadas.

Ramsés II es reconocido por sus conflictos con los hititas, especialmente por la batalla de Kanes. Aunque este enfrentamiento no tuvo un claro vencedor, Ramsés II supo aprovechar la situación para firmar el primer tratado de paz documentado de la historia. Este acuerdo, en la que fue clave su esposa, aseguró la estabilidad en las fronteras egipcias y marcó el inicio de un periodo de relativa calma en la región. Además, tuvo ciertos choques con los Pueblos del Mar, unos grupos que habían llegado a Europa a molestar las civilizaciones de Oriente y de Egipto. Ramsés, no por nada, es uno de los mejores faraones, pese a que tuvo un harem con el que tuvo más de ciento cincuenta hijos, él quería mucho a algunas de sus esposas como Nefertiti e Isetnofret, ambas muy conocidas.

Los siguientes faraones tuvieron muy poca relevancia. Entre los más destacados se encuentran Merenptah, quien enfrentó invasiones de los “Pueblos del Mar”, y Ramsés III, que consolidó el poder egipcio, pero tuvo que lidiar con problemas internos y externos. Sin embargo, tras el reinado de Ramsés III de la siguiente dinastía, Egipto entró en un período de decadencia, marcado por la inestabilidad política y la pérdida de territorio. Los faraones posteriores, aunque intentaron mantener el esplendor del Imperio Nuevo, no pudieron evitar el declive gradual del antiguo Egipto, esta XIX dinastía terminó con la faraona Máuser.

Los siguientes faraones tuvieron muy poca relevancia. Entre los más destacados se encuentran Merenptah, quien enfrentó invasiones de los “Pueblos del Mar”, y Ramsés III, que consolidó el poder egipcio, pero tuvo que lidiar con problemas internos y externos. Sin embargo, tras el reinado de Ramsés III de la siguiente dinastía, Egipto entró en un período de decadencia, marcado por la inestabilidad política y la pérdida de territorio. Los faraones posteriores, aunque intentaron mantener el esplendor del Imperio Nuevo, no pudieron evitar el declive gradual del antiguo Egipto, esta XIX dinastía terminó con la faraona Máuser.