Pueblos escitas
Los escitas se extendían desde el río Danubio en Europa oriental hasta las regiones del Cáucaso y las estepas del mar Caspio. Conocidos por su destreza como jinetes y arqueros, desarrollaron una cultura guerrera marcada por el uso de armas elaboradas, carros de guerra y una fuerte tradición de entierros ceremoniales. Su movilidad les permitió dominar amplias áreas y comerciar con civilizaciones como los griegos, quienes dejaron registros escritos sobre ellos.
En el siglo VII a.C., los escitas comenzaron a expandirse hacia el sur, invadiendo territorios en el Cáucaso e incluso alcanzando el Medio Oriente, donde lucharon contra el Imperio Asirio. Su capacidad militar les permitió controlar rutas comerciales clave, facilitando el intercambio de bienes como oro, seda y especias. Además, los escitas eran conocidos por sus intrincados artefactos de oro, que reflejaban tanto su riqueza como su maestría artística. Estas obras, halladas en sus tumbas, incluyen figuras de animales y escenas mitológicas que muestran influencias tanto locales como extranjeras.
La sociedad escita estaba organizada en tribus, lideradas por jefes guerreros que acumulaban poder a través de alianzas militares. Los kurganes o montículos funerarios, donde se enterraban a líderes junto con sus armas, caballos y tesoros, revelan una jerarquía social marcada. Eran buenos guerreros, incluso las mujeres. De hecho, el término amazonas se le atribuye a Francisco de Orellana cuando exploraba las gruesas selvas del río Amazonas en 1542. Durante su expedición, relató haber encontrado tribus lideradas por mujeres guerreras, a quienes comparó con las míticas amazonas de la antigua Grecia. Aunque estas guerreras descritas por Orellana no guardaban relación directa con los escitas, el término resuena con la imagen de las mujeres escitas, quienes eran conocidas por su destreza en la batalla y su dominio del arco, llevando a algunos historiadores a especular que las leyendas sobre las amazonas griegas podrían haberse inspirado en las guerreras de las estepas escitas.
Aunque vivían como nómadas, algunos asentamientos fortificados en el Dniéper sugieren contactos con culturas sedentarias. Estas conexiones influyeron en su desarrollo cultural y en la adopción de técnicas avanzadas en metalurgia y tejido.
Los escitas practicaban rituales funerarios elaborados, incluyendo entierros en kurganes o montículos, donde colocaban a sus líderes junto con caballos sacrificados, armas y objetos de oro como ofrendas para la vida después de la muerte. Creían en la continuidad espiritual y realizaban sacrificios animales y humanos para honrar a sus dioses. Su principal deidad era Tabiti, la diosa del fuego y del hogar, a quien consideraban protectora de su pueblo. También adoraban a Papaios, el dios del cielo, y a Api, la diosa de la tierra. Su panteón reflejaba un fuerte vínculo con la naturaleza y la guerra, destacando a Ares, el dios de la batalla, al que rendían tributo mediante sacrificios en altares de hierro.
Los escitas influyeron en pueblos como los sármatas, quienes heredaron su estilo nómada y militar, y en los tracios y cimerios, adoptando técnicas ecuestres y armamentísticas. Las colonias griegas del Mar Negro asimilaron su arte y comercio, mientras los persas aqueménidas incorporaron tácticas de caballería. También influyeron en los partos, sogdianos y bactrianos en Asia Central, así como en los eslavos y germánicos, que adoptaron rituales funerarios. Incluso pueblos posteriores como los hunos y mongoles heredaron tradiciones nómadas y tácticas de guerra, consolidando el legado escita en Eurasia.
El legado artístico de los escitas es igualmente notable, especialmente en su metalurgia. El famoso 'estilo animal' escita, caracterizado por representaciones dinámicas y estilizadas de ciervos, felinos y criaturas mitológicas, se encuentra en placas de oro, armas y arneses de caballo. Este arte no solo cumplía una función decorativa, sino que también tenía un profundo significado simbólico y espiritual, reflejando su cosmovisión y su conexión con el mundo natural y sobrenatural. Esta tradición artística influyó en el arte de las estepas durante siglos, dejando una huella indeleble en las culturas que les sucedieron.
En el 512 a.C., el rey persa Darío I lanzó una campaña militar para someter a las tribus escitas en las estepas del norte del mar Negro. Cruzó el río Danubio con un vasto ejército, confiando en su superioridad numérica y logística. Sin embargo, los escitas, expertos jinetes y maestros en la guerra de guerrillas, evitaron enfrentamientos directos, empleando tácticas de desgaste y retirándose constantemente mientras destruían los recursos disponibles. Esta estrategia agotó a las tropas persas, obligándolas a retirarse sin haber logrado someter a los escitas, demostrando la eficacia del estilo de guerra nómada frente a los ejércitos organizados.
Para el siglo IV a.C., los escitas comenzaron a perder influencia debido a la presión de pueblos vecinos, como los sármatas, quienes desplazaron a muchas tribus escitas hacia el oeste. Su decadencia se acentuó tras las campañas de Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno, quienes alteraron el equilibrio de poder en la región. Para el 300 a.C., los escitas habían dejado de ser una fuerza dominante en las estepas, pero su legado perduró en las culturas posteriores que adoptaron su estilo de vida nómada y su destreza militar.