Mesopotamia y las primeras civilizaciones del mundo
Mesopotamia abarca los actuales territorios de Irak y Siria, y se encuentra estratégicamente ubicada entre dos importantes ríos: el Tigris y el Éufrates. Sin embargo, su influencia cultural se extendió por diversas zonas de Oriente a lo largo de la historia, incluyendo el Levante, Anatolia, Siria, la región Caspiana y otras áreas históricas de Oriente Próximo que fueron fundamentales para el desarrollo de la civilización humana.
Para contextualizar adecuadamente este estudio, he organizado la historia de Mesopotamia en períodos específicos. Comenzamos con la era pre-mesopotámica, que abarca milenios y se inicia con las primeras culturas hasta el desarrollo de las primeras sociedades complejas entre los milenios IV y III a.C. Las primeras fueron las civilizaciones de los sumerios, seguidas por el florecimiento de otras culturas como los acadios, elamitas, amorreos, babilonios, casitas, hurritas, asirios y persas, cada una aportando elementos distintivos a la rica tapestría cultural de la región.
Periodo El Obeid (5000-3800 a.C.)
El desarrollo de las primeras culturas mesopotámicas surgió con la transición al sedentarismo, cuando nuestros antepasados comenzaron a perfeccionar el trabajo con la piedra. Cabe destacar que la Edad de Piedra se había iniciado mucho antes del surgimiento del hombre moderno. El Paleolítico, primera fase de esta era, coincide con el inicio del Pleistoceno, la penúltima época del periodo Cuaternario, que representa el último periodo de la era Cenozoica en la periodización geológica universal.
Estas primeras culturas ya dominaban la agricultura, la domesticación de animales y la creación de cerámica. Hacia el año 6000 a.C. destacó la cultura Umm Dabaghiyah con sus primeros asentamientos organizados. En el milenio siguiente, las culturas de Hassuna-Samarra se distinguieron por su refinado arte cerámico con patrones geométricos y representaciones naturalistas que revelan una creciente complejidad artística. La cultura de Halaf también sobresalió durante el milenio IV a.C., estableciendo redes comerciales que facilitaron el intercambio cultural en toda la región.
En el siguiente milenio surgieron diversas culturas como Mehmeh y Eridu Amuq, pero fue El Obeid la que adquirió mayor relevancia durante el periodo del mismo nombre (5000-3800 a.C.), principalmente por sus innovaciones arquitectónicas. Esta cultura comenzó a desarrollar no solo una sociedad compleja, sino verdaderamente urbana, con viviendas construidas de paja y barro, además de imponentes templos como los primeros zigurats, estructuras religiosas que dominarían posteriormente el paisaje mesopotámico.
Para esta época, ya se había iniciado el trabajo con el cobre, marcando la transición hacia la Edad de los Metales. La cultura Obeid desarrolló avanzados sistemas de agricultura que incluían sofisticados sistemas de regadío mediante canales conectados a los ríos. Efectivamente, dominaban ya técnicas metalúrgicas básicas mientras continuaban perfeccionando su tradición cerámica, destacándose especialmente por sus figurillas humanas que presentan sorprendentes similitudes con estilos que surgirían milenios después en Mesoamérica. También realizaban elaborados ritos funerarios y mostraban una desarrollada atracción por diversas deidades, sentando las bases para los complejos sistemas religiosos posteriores.
El cobre adquirió una importancia creciente, alcanzando su máximo esplendor durante la denominada Edad del Cobre. Los predecesores de los sumerios, probablemente los habitantes de la cultura Obeid, fueron pioneros en su utilización, aunque su uso ya se había extendido por casi todo el Oriente Próximo. Sin embargo, era en las grandes sociedades emergentes donde se empleaba con mayor frecuencia, particularmente en las regiones de Akkad y Sumer, especialmente tras el descubrimiento de técnicas de fundición del metal que revolucionaron la producción de herramientas y armas.
Período de Uruk (3800-3200 a.C.)
Tras el florecimiento de El Obeid, surgió el periodo Uruk, que se convertiría en la cuna de la civilización sumeria, cuyos orígenes precisos permanecen envueltos en incertidumbre. Lo que sí sabemos con certeza es que el periodo Uruk comenzó en el milenio IV a.C., y esta extraordinaria ciudad se transformaría en la primera gran metrópolis urbana del mundo, construyendo sobre los cimientos establecidos por las culturas que la precedieron.
Muchos aspectos de la sociedad de Uruk permanecen desconocidos, aunque existe un consenso creciente entre los arqueólogos de que los primeros registros de escritura provienen de esta ciudad sumeria. Fue durante este milenio, el IV a.C., cuando probablemente se originó la escritura (con algunas excepciones regionales) en forma pictográfica y plasmada en tablillas de arcilla. Siglos después, este sistema evolucionaría hacia formas basadas en caracteres y surgiría paralelamente en otras culturas como Egipto y China, marcando el inicio oficial de la Edad Antigua y de la historia documentada de la humanidad.
El periodo de Uruk coincidió también con el apogeo del bronce, inaugurando la denominada Edad del Bronce. Esta aleación resultaba considerablemente más útil y resistente que el cobre puro, aunque esto no significó el abandono del uso del cobre, que seguiría utilizándose para numerosos propósitos específicos durante milenios.

Uruk fue la primera gran ciudad de los sumerios y, según los registros históricos, fue fundada por el legendario rey Enmerkar. Los estudios arqueológicos sugieren que la sociedad urukiana presentaba rasgos relativamente igualitarios, donde sus gobernantes y jefes no ejercían un poder absoluto sobre la población. Sus habitantes rendían culto principalmente a Enki, deidad asociada con la sabiduría y las aguas dulces, y sobresalían indudablemente en sus monumentales obras arquitectónicas que siguen asombrando a los investigadores modernos.
La ciudad estaba organizada en distritos claramente diferenciados: existían zonas dedicadas exclusivamente a cuestiones administrativas y áreas destinadas a fines religiosos y ceremoniales. Entre sus templos más destacados se encontraban los complejos de Eanna y Kullab, aunque su propósito específico sigue siendo objeto de debate académico, similar a lo que ocurre con los grandes monumentos de Teotihuacán en Mesoamérica. Otro avance significativo heredado de las culturas anteriores fue el perfeccionamiento de la agricultura, donde ya utilizaban ruedas como medio de transporte para la carga, una innovación tecnológica que revolucionaría las capacidades logísticas de esta civilización emergente.
Periodo Yemdet Nasr (3200-2900 a.C.)
Hacia el año 3000 a.C., la sociedad de Uruk, junto con otras comunidades mesopotámicas en la región de Sumeria, comenzaron a consolidarse políticamente y a desarrollar sistemas de gobierno cada vez más centralizados, evolucionando hacia una monarquía de estilo absolutista. Ciudades como Uma, Ur, Eridu, Kiš, Nippur, Isin, Larak, Girsu, Ea, Lagaš y la propia Uruk establecieron sus propios estados independientes, cada uno con su propio sistema administrativo y religioso. Muchas de estas ciudades estaban habitadas por sumerios y ahora se encontraban bajo el liderazgo de reyes que se asociaban con determinadas deidades protectoras.

La información sobre este periodo es escasa, por lo que gran parte de nuestro conocimiento se basa en interpretaciones de expertos y análisis comparativos de las fuentes disponibles. Sin embargo, los hallazgos arqueológicos, especialmente las tablillas administrativas, nos ofrecen valiosas pistas sobre la creciente complejidad social y económica de estas sociedades emergentes.
Tras un breve periodo de inestabilidad en Mesopotamia después del año 3000 a.C., se produjo un notable resurgimiento de numerosas ciudades, especialmente en el sur mesopotámico con las florecientes ciudades-estado sumerias (Sumer), mientras que otras experimentaron un declive significativo. Es precisamente en este contexto cuando se inicia el denominado periodo dinástico arcaico, caracterizado por el auge de entidades políticas cada vez más complejas y centralizadas.
Período Dinástico Arcaico (2900-2334 a.C.)
Durante este periodo, que comenzó en el año 2900 a.C., se produjo un marcado crecimiento demográfico en las ciudades mesopotámicas. Los cambios climáticos favorables, incluida una importante inundación que depositó limo fértil, mejoraron significativamente las cosechas y expandieron las zonas boscosas para beneficio de las poblaciones locales. Paralelamente, se perfeccionó notablemente el sistema de escritura cuneiforme, incluyendo avances en matemáticas (con un innovador sistema sexagesimal) que desempeñaron un papel fundamental en la administración pública y el comercio. En pleno milenio III a.C., los sumerios se convirtieron en los primeros observadores sistemáticos de los planetas y pioneros en desarrollar calendarios precisos para contar los días.
En el ámbito arquitectónico, los avances fueron espectaculares. Los reyes construyeron majestuosos palacios mientras las ciudades alcanzaban un nivel de urbanización sin precedentes, con grandiosas infraestructuras y un diseño urbano admirable. Estas urbes estaban típicamente rodeadas por imponentes murallas defensivas y organizadas alrededor de un templo central. Las viviendas privadas aumentaron en tamaño, generalmente carecían de ventanas por razones climáticas y se distribuían ordenadamente en densas manzanas conectadas por vías o caminos planificados, siguiendo un patrón sorprendentemente similar al urbanismo moderno, aunque con funcionalidades adaptadas a su contexto histórico. Las casas continuaban construyéndose principalmente con barro y algunas incorporaban yeso como revestimiento, aunque existen variaciones regionales evidenciadas en los restos arqueológicos descubiertos.
En el aspecto militar, las ciudades mesopotámicas experimentaron importantes desarrollos. Es altamente probable que durante este periodo se produjeran frecuentes conflictos bélicos entre las diferentes ciudades-estado, conflictos que posteriormente se intensificarían y contribuirían significativamente a la eventual decadencia de Uruk. Las armas, escudos y lanzas de esta época estaban fabricados principalmente con bronce, aprovechando la superior resistencia y capacidad de mantener un filo cortante de esta aleación.
El comercio floreció durante este periodo, con sofisticados sistemas de intercambio y trueque a gran escala entre las diferentes ciudades de la región. En cuanto al ámbito religioso, aunque algunos reyes compartían ciertas deidades, existía una amplia variedad de dioses siguiendo el modelo politeísta característico de las civilizaciones antiguas. Según la cosmología sumeria, el mundo estaba separado por el océano que dividía la tierra del inframundo; los seres humanos habrían sido creados por los dioses, algunas de estas deidades provenientes del inframundo mientras otras eran descendientes directos de divinidades primordiales.
Con el paso del tiempo, la ciudad de Umma se convirtió en la potencia dominante mediante campañas militares exitosas, según narran las leyendas y registros históricos fragmentarios, comenzando a ejercer control sobre gran parte del sur mesopotámico. Sin embargo, su hegemonía se vio abruptamente interrumpida por una invasión procedente del norte, liderada por el legendario Sargón de Akkad, quien arrebató el poder a Umma y conquistó prácticamente toda la región de Sumer, incluyendo la emblemática ciudad de Uruk. De este modo, el ambicioso monarca estableció el Imperio Acadio (denominado así porque Sargón era originario de una ciudad septentrional), poniendo fin al Periodo Dinástico Arcaico en el año 2334 a.C. e inaugurando una nueva era de unificación política sin precedentes en la historia de Mesopotamia.